Caifanes
Así vi explotar la célula
Por Benjamin Salcedo
Una tarde en la primavera de 1987 tenía una cita en una casa en Coyoacán, al sur de la ciudad de México, para conocer a una banda nueva que estaba llamando la atención en el limitado circuito musical del entonces DF.
Una era previa a los grandes conciertos, donde se tocaba en lugares como Rockotitlán, Tutti Frutti, Bar 9, LUCC (la última carcajada de la cumbancha) y cualquier otro espacio en el que pudieran juntarse una cantidad suficiente de jóvenes ávidos de escuchar a sus bandas favoritas como teatros, gimnasios, frontones o donde fuera.
En esos años, tenía un programa de radio en Rock 101 llamado Frecuencias Alteradas y escribía para cualquier medio que me lo permitiera: revistas, fanzines o periódicos, eran tiempos interesantes, en donde se sentía que algo grande estaba por suceder.
Al llegar encontré a cuatro individuos con llamativos peinados, muy ad hoc a la época, además de ser bastante altos, la cabellera les añadía otros centímetros, una indumentaria preferentemente negra, estilo característico del post punk y algo de delineador, sin duda imponían.
Después de que su entonces representante hiciera la presentación se fueron mostrando las personalidades de cada uno de ellos. Sabo Romo el bajista, era el más amable y platicador, se le veían las tablas, recuerdo haberlo visto tocando con Guillermo Briseño y el Séptimo Aire y después me enteré de su amplio recorrido musical. Alfonso André el baterista, era muy callado, pero cuando hablaba era puntual y concreto. Diego andaba en su rollo, él venía de estilos musicales diferentes al rock y hacía mención a muchos grupos que en mi vida había escuchado. Finalmente, Saúl, de mirada penetrante, se evidenciaba el liderazgo que ejercía, a él lo había visto anteriormente con Alfonso cuando eran las Insólitas Imágenes de Aurora, un perfecto antecedente de lo que sería este grupo.
Pasó el tiempo y la amistad con Saúl se volvió más cercana, cuando el desarrollo del grupo estaba todavía en gestación pasé varias tardes con él escuchando música, entre esos discos estaban Bauhaus, Love & Rockets, Siouxsie & The Banshees, un grupo extraño llamado The Glove con su disco Blue Sunshine y por supuesto de The Cure. En esa época apoyé a la banda a su difusión principalmente por afecto y porque me gustaba lo que hacían.
En casa de Saúl, frente al parque Hundido, tenía una grabadora de doble casete que grababa a doble velocidad, hacíamos copias de su demo de cuatro canciones que incluía “Mátenme porque me muero”, “Nada”, “Será por eso” y “Amanece”, le añadíamos una biografía del grupo y los guardaba en sobres que entregaba a los pocos medios, revistas y periódicos de esos años a los que les interesaba el rock mexicano.
Estuve en muchos conciertos de esos primeros años, era mi actividad principal de los fines de semana además de visitar algunos de los lugares mencionados. Ese mismo demo llegó a ser incluido en la programación de Espacio 59, estación que sustituyó a la Pantera 590 AM y que en septiembre de 1987 se convirtió totalmente al rock en español y en la cual realicé turnos de 4 horas diarias de locución.
Al grupo lo firmó por un periodo muy breve CBS (sello de Sony Music) pero la falta de visión les hizo perderse del grupo más grande del momento, de esa ocasión surgió la famosa y estúpida frase dicha por un ejecutivo de la disquera, “Nuestro negocio es vender discos, no ataúdes”.
Vivimos la llegada de la movida española y la invasión argentina, un momento brillante para nosotros los fanáticos, melómanos que gustábamos del rock y que necesitábamos que fuera parte de nuestras vidas. Para los Caifanes era una oportunidad extraordinaria presentarse con bandas de renombre y experiencia que tocaban por primera vez en México, un escaparate único para destacar.
Las bandas extranjeras comenzaron a presentarse en discotecas, plazas de toros, universidades, incluso en el sótano de un elefante blanco, un enorme edificio en obra negra llamado entonces Hotel de México (hoy WTC), ahí se realizaron los primeros masivos de rock en tu idioma y grupos como: Radio Futura, Soda Stereo y varios más hicieron brincar a la multitud que hacía temblar el piso al grado que pensábamos que no resistiría y terminaríamos en el centro de la tierra, un ingrediente más de adrenalina para la catarsis del concierto.
Una noche tocó Miguel Mateos, toda una celebridad en Argentina y que traía su disco Solos en América con grandes éxitos como: “Cuando seas grande” y “Es tan fácil romper un corazón”, los grupos abridores fueron los Caifanes y Neón. El manager de Mateos, Oscar López, terminó siendo el controvertido impulsor del rock nacional los vio y firmó, pocos meses después “Mátenme porque me muero” era lanzado por BMG como primer sencillo de su disco debut homónimo.
Tengo el gusto de aparecer en los agradecimientos de los dos primeros álbumes de Caifanes, algo que les aprecio, así como la amistad que he conservado con ellos a lo largo de todos estos años.
Ahí comenzó una parte vital de la historia de nuestro rock nacional, tres años antes de que los conciertos se profesionalizaran con la aparición de OCESA en 1991, el grupo ya estaba para cosas grandes, su carrera despegaba y la internacionalización no tardaría en llegar.
El resto es historia.
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