Iron Maiden
El diverso y excéntrico universo sonoro de Senjutsu
Por Benjamin Salcedo
El decimoséptimo álbum de Iron Maiden sigue en la línea melódica pesada y refinada que han caracterizado sus trabajos del siglo XXI.
Conforme pasan los años, la música de Iron Maiden se va haciendo cada vez más estilizada, no tratan de tocar cientos de notas por minuto, han desarrollado y perfeccionado la importancia de la melodía tanto vocal, como la de su inconfundible bajo y la de sus tres guitarras, pero no por eso crean que se han suavizado.
Su antecesor Book of Souls de 2015 mostraba esas tendencias progresivas, épicas en sus melodías que recordaban tanto a sus legendarias obras como sus obras más recientes, con tendencia a la magnificencia. Ahora en Senjutsu simplifican las formas, nuevamente entregan un disco doble, pero en este se nota que no estuvieron tanto tiempo en el estudio, ya que grabaron este disco en un receso del Legacy of the Beast Tour en 2019 y esa espontaneidad es evidente con una colección de sus más finas canciones en su ya extensa carrera.
Para los fanáticos de las entradas épicas como casi todos sus discos, abren con el tema que intitula el álbum y es una canción pesada, con una batería que recuerda a los tribales tambores de guerra, cadenciosa e intrigante. Siguen los dos sencillos que se escucharon con anterioridad, “Stratego” es más familiar y típico Maiden moderno con una melodía accesible, pero llega el turno de “Writing On The Wall”, su primer sencillo y aquí muestran un sonidos más orientado al blues rock, un poco western, genial tema de Dickinson con Adrian Smith, si no han visto el video, es muy recomendable, con muchas imágenes que recuerdan a la fantasía típica de la revista ilustrada Heavy Metal, famosísima por allá de los años 80’s, historia basada en temas bíblicos, actualizada al estilo del nuevo Eddie (lo puedes ver al final de esta reseña).
Hay varios temas largos, que tanto gustan al grupo y a sus seguidores, 5 de las 9 canciones superan los 8 minutos de duración lo cual les da tiempo para dejar al bajo de Harris y sus tres guitarras fluir y crear atmósferas y ritmos como solo Maiden sabe hacerlo y tantos tratan de imitarlos. La voz de Bruce sigue destacando, también ha madurado, sin forzarla a los extremos que solía en los años 80’s pero con la misma potencia cuando se requiere. “Lost In a Lost World” es melancólica y emocional, acústica y de pronto irrumpe como estampida, pero el manejo de los tiempos y los climax es brillante, el tema te lleva y te trae de un lado a otro, cambiando ritmos y velocidad.
Muy similar en estructura es “Days of Future Past” solo que más corta y accesible, inspirada en el comic y película de Marvel, Constantine. El primer disco cierra con “The Time Machine” con una genial entrada acústica y la progresión del tema va haciéndose cada vez más compleja. Heavy progresivo y melódico en su máxima expresión.
El segundo disco contiene únicamente 4 canciones. La más corta es “Darkest Hour” que al igual que la película del mismo nombre trata sobre la segunda guerra mundial y las decisiones de Sir Winston Churchilll, una canción sencilla que permite apreciar a Bruce en todo su esplendor. Pero después el turno es para las grandes creaciones épicas de Steve Harris y en 3 temas suman casi 35 minutos.
Con “Death of The Celts” logran ese aire folk que su nombre invoca, una vez más prolongan por más de 10 minutos un sentimiento acústico y una temática que evoca antiguas batallas guiadas por el inconfundible bajo de Harris. Cabe destacar el juego que realizan las tres guitarras para crear esos sonidos celtas a través de pasajes instrumentales memorables.
Los riffs pesados regresan con “The Parchment”, contundente, con sonidos que rayan en lo operístico pero de forma instrumental, la historia habla de la matanza de infantes a manos de Herodes, con la presencia de guitarras procesadas y veloces solos.
Cierra el álbum con “Hell On Earth”, tema que se divide en dos partes claramente, la primera más melódica y la siguiente llena de teatralidad, tema apocalíptico a manera de conclusión oscura pero sumamente elegante.
Más diverso que su antecesor, pero absolutamente brillante. Una banda que sin tener absolutamente nada que probar a nadie, sigue haciendo música ambiciosa, la edad no parece hacer mella en su poderío y al mismo tiempo le otorga toda esa experiencia que solamente cuatro décadas de trayectoria te dejan marcadas en la piel.
No se engañen, a pesar de lo ruda que parece la portada con un Eddie samuraí, el disco es un estilizada y perfectamente elaborada obra maestra de rock duro melódico de máxima calidad. Escúchalo varias veces, descubrirás en cada una de ellas algo nuevo de gran valor.
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